viernes, 30 de octubre de 2009

Las obras de El Prado durante la Guerra Civil ..

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Y el Prado sorteó su fatal destino..

Reconstrucción del viaje que el tesoro artístico
emprendió en la Guerra Civil

16 de noviembre de 1936. Los Junkers alemanes
de la Legión Cóndor se ceban con Madrid.
Las bombas alcanzan al Museo del Prado.
El presidente de la República, Manuel Azaña, decide
que ha llegado el momento de completar la evacuación
de las obras iniciada tímidamente bajo la dirección de
Rafael Alberti. Puede haber más repúblicas o incluso
regresar la Monarquía, pero un tesoro como éste
sólo hay uno.
A los pocos días comienza el largo viaje que acabaría
con la llegada a Ginebra en febrero de 1939 de
más de 20.000 obras maestras.

Esta formidable aventura, que contó con involuntarios
protagonistas de la talla de Rembrandt, Velázquez,
Goya, Tiziano o Rubens, podría haber sido escrita
por el mejor guionista del más insuperable thriller.
Pese a haber transcurrido casi setenta años de aquello,
lo ocurrido con los fondos del Prado durante la guerra
ha sido poco tratado por los historiadores.
Como en un extraño pacto de silencio de todas las partes
implicadas. Hasta ahora.
El historiador Arturo Colorado Castellary (Huelva, 1950)
reconstruye el relato en Éxodo y exilio del arte.
La odisea del Museo del Prado durante la Guerra Civil
(Cátedra), al tiempo que un documental,
Salvemos el Prado, realizado por Alfonso Arteseros,
añade luz sobre el periodo con declaraciones de testigos
y protagonistas de la aventura.
La historia, desde luego, cuenta con todos los ingredientes.
Un total de 71 camiones trasladaron a Valencia
las joyas del Prado (a las que se sumaron otras de
El Escorial, la Academia de San Fernando, el Palacio Real
o el palacio de Liria). De ahí, a Barcelona. Y Figueras.
Al fin, el tesoro quedó a salvo al otro lado de la frontera
junto con los miles de españoles ateridos por el frío
y confundidos por el hambre en 1939, en aquel despiadado
invierno del exilio.
El destino de los cuadros corrió paralelo al del Gobierno
de la II República. Y siempre estuvo bajo control directo
del presidente.
"Debajo de nuestro comedor estaban los Velázquez",
escribe Azaña en el castillo de Peralada
ya en los días finales de la caída de la Cataluña republicana.
"Cada vez que bombardeaban en las cercanías
me desesperaba. Temí que mi destino me hubiera traído
a ver el museo hecho una hoguera. Era más de cuanto
podía soportarse".
Todo había empezado en realidad en agosto de 1936,
cuando el Museo del Prado hubo de cerrar sus puertas
al público. Las obras más importantes fueron descolgadas.
Cubiertas con mantas y plásticos, ocuparon la parte
baja del edificio, junto a otras requisadas por la Junta
de Incautación y Protección del Tesoro Artístico,
que presidía Timoteo Pérez Rubio, protagonista también
inesperado de la operación de salvamento del museo.
Alfonso Pérez Sánchez, que fue director del Prado
durante ocho años, se pregunta en el prólogo del libro
sobre la necesidad de la operación
vista con la perspectiva del tiempo.
Su respuesta es contundente.
Los bombazos caídos sobre el palacio de Villanueva
en los primeros días de la guerra ya justificarían la decisión.
Aunque ésta tuviese que tomarse en medio de
unas condiciones que la desaconsejaban.
Y contra la propaganda fascista, que extendió la idea de
que si los cuadros salían sería para ser cambiados
por armamento. Pérez Sánchez concluye que el viaje
no sólo fue imprescindible, sino que todos los españoles
tienen una deuda moral pendiente con los responsables
de la operación.
La precaria salida de las primeras obras,
organizada por Alberti, prosiguió con
las máximas garantías posibles entre abril y mayo de 1937.
Las bombas que alcanzaron el Prado en noviembre
de 1936 habían sonado a estruendoso ultimátum.
El transportista Macarrón se encargó del embalaje
de miles de piezas, recubiertas con cartón impermeable
y empaquetadas a bordo de camiones que
viajaban a 15 kilómetros por hora.
En Valencia, las obras se instalan en las Torres de Serrano,
una auténtica fortaleza.
A finales de 1937, el avance de las tropas nacionales fuerza
a un nuevo traslado. El Gobierno se muda a Barcelona
y Azaña decide que la caravana artística
le acompañe a Cataluña.
El castillo de Peralada, a 10 kilómetros de la frontera,
y la mina de talco de La Vajol son los últimos escondrijos
para el tesoro.
Febrero de 1939. Cataluña está a punto de caer
ante el empuje de la Legión Cóndor.
Hay que organizar la salida bajo la protección
de los países democráticos.
El pintor catalán José María Sert se pone a ello.
El 2 de febrero se firma el Acuerdo de Figueras.
En Francia, las obras son trasladadas en tren.
Cuando, tras su entrada en Ginebra
el 13 de febrero de 1939, los operarios que abrieron
las 572 cajas del tesoro, custodiadas en el palacio
de la Sociedad de las Naciones, respiraron aliviados.
Los 45 Velázquez, 138 Goyas, 43 Grecos seguían
allí con el resto del tesoro.

(fuente; El País 18/04/2008)

Recomiendo el documental "Salvemos el Prado".




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6 comentarios:

  1. Hola Jorge!
    Las obras de arte...otras grandes damnificadas por los conflictos bélicos.
    saludos
    sílvia

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  2. Hay cosas que siempre hay que respetar, una de ellas son las obras de arte, las cuales representan la historia de un País.

    Saludos.

    http://gabriela89miranda.blogspot.com/

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  3. ... ...traigo
    sangre
    de
    la
    tarde
    herida
    en
    la
    mano
    y
    una
    vela
    de
    mi
    corazon
    para
    invitarte
    y
    darte
    este
    alma
    que
    viene
    para
    compartir
    contigo
    tu
    bello
    blog
    con
    un
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    de
    oro
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    dentro...


    desde mis
    HORAS ROTAS
    Y AULA DE PAZ


    TE SIGO TU BLOG




    CON saludos de la luna al
    reflejarse en el mar de la
    poesia ...


    AFECTUOSAMENTE
    DIVAGACIONES Y CONSPIRACIONES VARIAS




    jose
    ramon...

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  4. @Sílvia; Hola Sílvia, tienes razón, en un conflicto bélico donde no se respeta la vida humana parece casí una paradoja pedir que se respete el patrimonio artístico, pero debería ser respetado. Saludos.

    @Gabriela; Cierto, son patrimonio universal, un bien de la humanidad y en este caso gracias a unos anónimos valientes a los que el mundo debería estar agradecido se salvaron obras de incalculable valor y no me refiero al valor económico sino a su valor real, a la vida que dan al espectador, a su valor de transmisión y al valor ejemplar y único que suponen en el ámbito pictórico. Un saludo.

    @Jose Ramón; Gracias por tu mensaje y por decidir seguir este blog, ahora mismo visitaré el tuyo que seguro es muy interesante. Un afectuoso saludo.

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  5. Me ha gustado el post, siempre quise saber más sobre este viajecito que se marcaron las obras, a ver si puedo ver el documental :)

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  6. Hola Esther; Pues es muy interesante el documental, ya lo ví hace un par de años o tres y he intentado buscarlo por la red pero no lo he encontrado por ninguna parte. A ver si tienes más suerte y lo encuentras (si eso avisa) je,je.

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